Al encontrar que las exigencias agrícolas de los cítricos eran más que anunciadas, los colonos de Riverside buscaron mano de obra barata para hacer realidad sus sueños económicos. Además de la utilización de otros grupos marginados, los cultivadores continuaron la tradición de explotación laboral de los nativos, establecida por los misioneros españoles. A finales del siglo XIX y principios del XX, los cultivadores de Riverside cubrieron su demanda de mano de obra contratando a indígenas de los campos locales para trabajar en las plantaciones de cítricos. El trabajo de los cítricos no estaba restringido a los adultos y los niños solían trabajar junto a sus padres.
El trabajo de los nativos: Trabajo y resistencia
Los cultivadores también buscaban trabajadores del cercano internado indio, el Instituto Sherman (ahora Escuela Secundaria India Sherman). En 1901, el gobierno federal estableció el internado fuera de la reserva en Riverside con el objetivo de «civilizar» a los jóvenes nativos. A través de un programa de inmersión cultural, los administradores de la escuela animaron a los estudiantes a desprenderse de sus costumbres «paganas» hablando sólo inglés, aprendiendo los aspectos académicos básicos y formándose para una vocación. Sin embargo, la mayor parte del programa en el Instituto Sherman implicaba el trabajo de los estudiantes. Además de las clases diarias dentro y fuera del aula, los estudiantes se encargaban de todas las labores del lugar como la lavandería, la cocina, la albañilería, la carpintería, la jardinería y las labores agrícolas. Funcionando como una agencia de empleo, el Instituto Sherman también proporcionaba a las empresas locales, como la compañía Riverside Orange y Fontana Farms, la mano de obra estudiantil que necesitaban. En 1913, cientos de estudiantes varones vivían y trabajaban en todo el sur de California, principalmente en ranchos agrícolas. Los empleadores segregan a los trabajadores según su raza, y los estudiantes de Sherman entran en la categoría de «mexicanos» y, como tales, reciben menos salarios que sus homólogos blancos «nativos americanos». En 1926, setenta y cuatro estudiantes de más de quince tribus trabajaban en Fontana Farms, que en 1928 se había convertido en una de las mayores granjas de California. Los estudiantes que trabajan en las arboledas se enfrentan a duras condiciones. Hacinados en viviendas inadecuadas, los jóvenes trabajaban muchas horas en todas las estaciones, a veces durante todo el año.
Si bien las arboledas de cítricos de Riverside representaban posibilidades de formación y trabajo para los estudiantes, las arboledas también constituían un espacio de resistencia y preservación cultural. Los estudiantes y otros trabajadores nativos solían utilizar las arboledas de los alrededores para hablar sus lenguas, cantar canciones y contar historias lejos de la mirada de la administración del Instituto Sherman y de la comunidad local. Varios estudiantes se escaparon a las arboledas, huyendo de la escuela y de las autoridades para seguir otros caminos. En las arboledas, los pueblos nativos pudieron preservar sus prácticas tradicionales y resistir la asimilación cultural forzada.