Encontrándonos a nosotros mismos entre las Huertas presenta retratos de la gente que ha dado forma al paisaje de los cítricos en el interior del sur de California, y cuyas historias sobre el trabajo, la migración y la inmigración continúan resonando en la actualidad. Las contribuciones de gente con diversos orígenes étnicos que aquí se relatan, incluyen la participación de mujeres y niños que a menudo es pasada por alto y trazan una genealogía social y cultural—un árbol genealógico—de los cítricos de la región. Esto nos ayuda a relacionar a la gente con el lugar. También nos muestran cómo el paisaje de los cítricos ha sido construido por manos y mentes trabajadoras, el desarrollo industrial y tecnológico, y las políticas públicas sobre raza, inmigración y segregación.
La exhibición representa gente de mucho tiempo atrás y de hoy. Incluye “narradores de cuentos” que conservan historias sobre raza y los espacios que estas ocupan, y nuevos migrantes e inmigrantes que continúan las luchas de las generaciones anteriores por la equidad y los derechos. Las historias orales y las fotografías tomadas de colecciones familiares y archivos locales de los condados de Riverside y San Bernardino dan vida a Encontrándonos a nosotros mismos entre las Huertas. Éstas inspiran las preguntas claves de esta exhibición: ¿Como se construye una comunidad? ¿Cómo cambian las ideas sobre quien pertenence y quien es ciudadano? ¿Cómo se entrelazan e inscriben nuestras experiencias de migración e inmigración en el paisaje cítrico de California?
Encontrándonos a nosotros mismos entre las Huertas los invita a compartir tanto sus historias del pasado como sus ideas sobre el rol que debe cumplir la historia de California en el futuro.11Encontrándonos a nosotros mismos entre las Huertas es parte del Proyecto de Relevancia e Historia en colaboración entre la Universidad de California, Riverside y los Parques Estatales de California. El proyecto piloto del Parque Histórico Estatal de los Cítricos de California se enfoca en la migración e inmigración e incluye nuevas investigaciones, colaboraciones, participación de estudiantes, colección de historias de la comunidad, instalaciones basadas en los sitios y eventos de extensión.
Paisajes en ciernes: Afroamericanos en los Cítricos
Muchos afroamericanos que se instalaron en el interior del sur de California en la década de 1870 y 1880 comenzaron como trabajadores manuales y se convirtieron en dueños independientes de las huertas y respetados arboristas. Israel Beal encontró mucho trabajo acarreando madera y cemento y cavando zanjas para el riego junto a indígenas del lugar, en cuanto llegó al valle de San Bernardino en 1870. Pronto compró los primeros veinte acres de tierra por $250 en el norte de Redlands. Finalmente prosperó como dueño de la huerta, aunque continuó trabajando como camionero y obrero.
John B. Adams ayudó a hacer los primeros injertos de naranjas de ombligo, sobre las cuales se edifi có la riqueza cítrica de esta región. David y Oscar Stokes plantaron árboles en la Estación Experimental de Cítricos (más tarde la Universidad de California, Riverside), lo que permitió una investigación científi ca crucial. Todos contribuyeron con su trabajo y conocimiento a construir la industria cítrica de la región.
Las huertas de cítricos ilustran un patrón recurrente en la historia de los Estados Unidos en cómo la política de inmigración se guía por la economía, la política racial y las ideas cambiantes sobre la ciudadanía. Los hombres de nacionalidad china se convirtieron en una fuerza de trabajo indispensable en las primeras décadas del desarrollo de la industria ferrocarril, la construcción de canales y el desarrollo de la industria citrícola. Sin embargo, poco después, las primeras leyes norteamericanas que restringían la inmigración fueron dirigidas a ese mismo grupo. Más tarde la Ley de Tierra del Extranjero de California de 1913 prohibíria la propiedad de tierras por “extranjeros no elegibles para la ciudadanía,” excluyendo así a los asiáticos (especialmente a las poblaciones prominentes de japon y Sikhs) de comprar la tierra en la que trabajaban.
Los trabajadores agrícolas mexicanos llenaron este vacío, con migraciones ilimitadas en la década de 1920, aún cuando había cuotas severamente restringidas para la inmigración europea del este y sureste y prohibían la mayoría de inmigrantes de Asia, África y el Medio Oriente. Pero a medida que los trabajos desaparecieron durante la Gran Depresión, los funcionarios del estado de California acorralaron a las personas de ascendencia mexicana, incluidos algunos ciudadanos de los Estados Unidos, y los deportaron sistemáticamente. Al mismo tiempo los funcionarios federales dictaminaron que el regreso ilegal seria un delito grave y los cruces fronterizos no autorizados serian un delito menor, sujeto a multas, cárcel y deportación.
Durante la Segunda Guerra Mundial cuando nuevamente se necesitó mano de obra, más del 80% de los cosechadores de la industria cítrica de California venían de México. Estos hombre solos (no podían traer a sus familias) participaron en el acuerdo de trabajadores invitados entre los Estados Unidos y México, conocido como el Programa Bracero (1942-1964). La escasa regulación del programa sobre las condiciones de trabajo, salario y vivienda, les daba una ventaja economica a los productores de cítricos quienes se esforzaban en mantener los costos bajos, a pesar de las críticas de los sindicatos, las iglesias y algunos participantes.
El Trabajo de las Mujeres
Desde fines de la década de 1890 el empacamiento de cítricos ha sido un trabajo de mujeres. En 1906 la Cámara de Comercio de Redlands lo promocionaba como “un trabajo liviano y placentero,” sin embargo la mayoría de las mujeres experimentaban las mismas condiciones de línea de ensamblaje como en las
fábricas orientales: horas largas, movimientos repetitivos, ritmo incesante y pocas garantías de salario. Sin embargo la empacadora era también en donde las mujeres creaban una comunidad. Las mujeres eran conocidas por organizar huelgas. También formaban asociaciones de ayuda mutua, como las sociedades mutualistas mexicanas, que reunían recursos, ayudaban a los necesitados y defendían los derechos de los trabajadores. Estas redes sociales hicieron posible la adaptación a las duras condiciones de trabajo y de vida en los cítricos, particularmente para las mujeres migrantes e inmigrantes con la doble carga de obtener un ingreso y cuidar del hogar y la familia.
En la década de 1990, las trabajadoras de varias de las compañías más grandes de empacamiento de limones en California ganaron casos de discriminación sexual en los que acusaban del acceso desigual a las mismas horas, empleos y salarios que a los hombres. A pesar de esto, las mujeres (la mayoría latinas) todavía clasifican y empacan los cítricos, mientras que los hombres (la mayoría latinos) hacen el trabajo manual de recoger la fruta. En la actualidad estos empleos están desapareciendo, ya que los trabajadores son reemplazados por herramientas digitales y por la mecanización en la clasificación y empacamiento de cítricos.
¿Juego de niños?
Desde encender los braseros hasta recoger los frutos que colgaban más abajo de los árboles, los cítricos nunca fueron realmente un juego de niños. Se requería la labor de los niños en las familias donde todos necesitaban trabajar y cuando las oportunidades educativas seguían siendo desiguales. Por ejemplo, los estudiantes del Instituto Sherman, un internado federal para indios en Riverside, pasaban largos días trabajando duro junto a la Granja Fontana Farms y de la Compañía de Naranjas de Riverside. Sin embargo, algunos estudiantes también veían las huertas de cítricos como un lugar de escape fuera de horas laborales, un bienvenido alivio de la regimentación estilo militar de la vida diaria en el internado.
De igual manera, ex ratas (niños que corrian debajo de los árboles para recoger los frutos caídos se apodaban “ratas”) y otros jóvenes describen peleas de “bolas de nieve” con naranjas podridas. Estos momentos de juego se hacían cada vez más raros a medida que los niños maduraban en tareas más exigentes, sacándolos de sus salones de clase en varias épocas del año. Muchos recuerdan haber sido llamados por la campana para encender los braseros en cuanto las temperaturas bajaban lo suficiente como para congelar los cultivos. Este trabajo sucio ennegrecía la ropa (y casi todo lo demás) y esto causaba que los niños llegaran tarde a la escuela. Hoy en día muchos residentes del lugar todavía recuerdan los tiempos difíciles pero aventureros que pasaron como jóvenes por las huertas de cítricos.
Dulce y Agrio: Historias y Narradores de Cuentos de Hoy
El Parque Histórico Estatal de Cítricos de California está en la tierra que los Cahuilla, Luiseño, Serrano y Tongva/Gabrieliño todavía llaman hogar. Los indígenas de California continúan prosperando a pesar de trastornos culturales y altos numberos de mortalidad como resultado de la ocupación española, mexicana y estadounidense. Sin embargo los cítricos son un emblema poderoso de los cambios forjados en la tierra y en sus primeros pueblos. Los misioneros franciscanos fueron los que primero trajeron naranjos a California. Este cultivo intensivo en agua (y en mano de obra) llegó a ser parte de los ranchos a gran escala, y los métodos agrícolas de estilo europeo que desplazaron a los indígenas, alteraron el paisaje cultural pre-colonial e interrumpieron la economía de subsistencia de los indígenas. Después los indígenas trabajaron como peones en trabajos relacionados con los cítricos. Algunos también lograron substenirse de las huertas que plantaron.
La tierra que ocupa el Parque Histórico Estatal de Cítricos de California revela los contornos de las rutas migratorias de los indígenas que conectan el desierto con el mar. Desde casi cualquier lugar del parque uno puede ver las montañas que los indígnas usan para ilustrar su historia de creación. Sitios cercanos con cañones sagrados señalan el solsticio. Así que al mismo tiempo que el Parque Histórico conmemora la industria cítrica, también nos conecta con tiempos y tradiciones mucho más allá del comienzo de estas huertas.
El aroma dulce de las fl ores de azahar del parque en primavera, por ejemplo, transportó a recientes visitantes afganos a recuerdos de sus hogares antes de la guerra, cuando en Afganistán fl orecía una variedad de cítricos. Otro visitante que vio el fruto agrio kalamansi (calomondin) madurando entre las variedades de árboles del parque relataba las recetas de sus abuelos fi lipinos. Otros refl exionaban sobre el etrog (citron) utilizado durante la fi esta judía de Sucot y de los distintos tipos de cítricos que se usan para indicar buena suerte y prosperidad durante el Año Nuevo Chino. Saborear las historias agridulces del pasado de California nos une a innumerables poblaciones del mundo, a veces de manera invisible. Preservar la historia multifacética y diversa de los cítricos de California también nos permite considerar las oportunidades y difi cultades de las migraciones globales—de gente, recursos naturales y tradiciones culturales.